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Investigador alerta daños generan racismo, clasismo, explotación y capitalismo

El investigador Pedro José Ortega considera que los principales elementos que atan a los dominicanos a la colonialidad incluyen componentes raciales, étnicos, de género, de clase social y ocupacionales, todos sustentados en el sistema capitalista heredado de Europa y abordados en el libro Decolonialidad, emancipación y utopías en América Latina y el Caribe.

“La crítica decolonial tiende con esto a la necesidad de revisar las bases teóricas del sistema para ayudarnos a entender otras formas, viables, que permitan construir relaciones sociales más armónicas, fructíferas y dirigidas a la autorrealización de las grandes mayorías. Este punto es indispensable”, manifiesta.

El autor explica que esa obra publicada en colaboración con Leopoldo Artiles y Carolina Armenteros trata enfoques críticos poco tocados en la discusión académica del país, como un llamado de atención.

Cita como que uno de sus aportes liberar a la ciencia del dogmatismo que la convierte en instrumento de poder institucionalizado, para dar lugar a otros saberes que también pueden ayudar a transformar la sociedad, como la medicina tradicional indígena, la economía solidaria, o la concepción medioambientalista “Pachamama”.

“La crítica decolonial también nos ayuda comprender el influjo social que adquieren las formas de poder que emergen del desarrollo tecnológico, el control social basado en la inteligencia artificial, entre otras. En síntesis, propone la necesidad de repensar la producción del conocimiento y la forma cómo ayuda a definir un ideal de convivencia”, sustenta.

Otra contribución es ayudar a introducir la reflexión decolonial en República Dominicana, es una de las primeras referencias publicadas de manera local sobre este concepto, con la intención de proyectarlo desde esta realidad y es una crítica a un sistema que limita la educación pública y encarece la educación de calidad, la salud, la alimentación, el agua y la seguridad.

Ortega nombra más factores negativos como personas con trabajos que no dan sentido a sus vidas y las tendencias como la neoclásica, la monetarista o la utilitarista, que explican cómo funciona el sistema de relaciones sociales, sin ir más allá.

Pero de otro lado, menciona la opción decolonial, la posdesarrollista o la crítica antiutilitarista que explican el significado que los humanos pueden dar a la vida y que el sistema capitalista no comprende de forma automática.

“El tercera aporte lleva a imaginar el porvenir de una forma realista. Aquí el concepto de utopía sugiere una sociedad ideal alcanzable, abandonando la connotación peyorativa que la proponía como irreal o imposible. Por ejemplo, la democracia no puede seguir como un instrumento electoral a beneficio exclusivo de inversionistas, corporaciones y círculos exclusivos de poder político”, manifiesta.

Entiende que más bien, debe servir para articular la cooperación y la justicia social, la solidaridad y la paz, porque la democracia que sirve al interés de unos pocos pasa a dictadura económica, a una ficción de libertad política para las mayorías.

Indica que uno de los principales problemas es la influencia que ejercieron las naciones europeas, colonialistas e imperialistas sobre los territorios de América Latina. La fuerza de ese poder es visible en las constituciones políticas, en la forma jurídica y organizativa de las instituciones, en la concepción sobre el bien y el mal, inclusive, en la producción artística.

Reconoce que en el arte sí hay un distanciamiento, no así en el plano social y político, donde falta materializar el sueño de la integración política y económica de América Latina, el de Simón Bolívar, José Martí, Eugenio María de Hostos y Pedro Henríquez Ureña.

Ortega advierte que ese cambio no es tarea exclusiva de un Estado, de un gobierno o de un líder político, espiritual o religioso, es responsabilidad de cada individuo. “Es por esto que las perspectivas críticas que abordamos son útiles para movilizar hacia la transformación social y no solo para establecer modelos teóricos abstractos sobre las relaciones sociales”.

“Desde nuestras distintas condiciones sociales y conocimientos, todos somos indispensables en la creación de sociedades más armónicas, justas y posibles para la autorrealización de los seres humanos”, recuerda.

 

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